Thursday, June 19, 2014

Autoevaluación... es cuestión de atreverse.

Concebimos el aprendizaje como un recorrido más o menos audaz según el terreno  que nos atrevemos a explorar. Generalmente, si el terreno es desconocido, corremos más riesgos pero gozamos de más concesiones, por ser pioneros o principiantes.  En terreno conocido, allanado, donde otros ya han trazado sendas, hay que andar con más cuidado, respetando pautas que se supone harán más fácil la tarea. En estos caminos bien señalizados aparecen los semáforos, puestos allí seguramente por alguien que ha pasado antes e intenta ayudarnos.

La luz roja nos obliga a detener la marcha. Me frena la dimensión de lo que se me presenta por delante. Estoy tratando de mejorar mi capacidad de evaluar el aprendizaje que otros logran a partir de mis intentos de enseñanza. Guau!  Los años de experiencia y las modalidades bastante convencionales dentro de lo que es mi tema  (la lengua extranjera: Inglés- campo en el que las matrices de evaluación ya se aplican en exámenes internacionales), me habían instalado bastante cómodamente en rutinas cuantitativas o extremadamente subjetivas según la habilidad en cuestión. De pronto, la luz roja me dice que es necesario repensar no solo criterios, sino modalidades y también momentos. Como dice H. Andrade, "las rúbricas no solo permiten definir la calidad de las evaluaciones sino, más bien, pueden mejorar el desempeño del estudiante, así como monitorearlo, haciendo que las expectativas de docentes sean claras y mostrando a los estudiantes cómo pueden alcanzarlas."  


Entonces se enciende la luz amarilla. ¿Quién es, después de todo, el dueño de la evaluación? ¿Es que hasta ahora venía elaborando evaluaciones sobre conceptos intuitivos, utópicos, convencionales, prácticos, cómodos? ¿Por qué no transparentar las rúbricas al momento de definir objetivos, de modo que sean instrumentos de monitoreo que acompañen el proceso de aprendizaje en todo su recorrido y no como broche de sorpresa recién al final? Y si adoptamos matrices de evaluación definidas y publicadas por expertos, se volverá a estandarizar el proceso y habrá que guardar las mismas expectativas para todos? Porque la uniformidad es uno de los riesgos de la eficiencia. ¿En qué categoría cabrán las capacidades y modalidades individuales, y la creatividad?

Bueno, si de camino se trata, hay que seguir la marcha. Aquí viene la luz verde! Este tramo, (me refiero a haber sido estudiante-profesor), de taller de reparaciones en el que se ajustaron algunas piezas y se aceitaron otras, me pone en condiciones de avanzar con más confianza. Las matrices de evaluación velan por un aprendizaje autónomo, responsable y a la vez compartido, por expectativas transparentes, por un rendimiento con calidad. Haber compartido estas prácticas, y debo admitir hallazgos en ciertos aspectos, con colegas dispuestos a donar tiempo en pos de la superación me enciende la luz verde y me da paso a seguir andando...

Sigo creyendo en el aprendizaje como resultado de una experiencia memorable.

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